miércoles, 30 de enero de 2008

"Leer es hacer el amor con la vida"

LEER ES HACER EL AMOR CON LA VIDA

Si rehúsan a relacionarse desde el amor, las sociedades, al igual que las personas se enferman. Y, como dice el filósofo chileno Humberto Maturana, el amor ocurre cuando en las conductas relacionales, surgen como legítimos otro, u otros, en convivencia con uno. Es decir cuando las relaciones se tejen desde el re-conocimiento entre las partes y no desde la sumisión. Las conexiones humanas basadas en la posesividad, la dominación, las culpas o el miedo: miedo a perder al otro, miedo a no ser aceptado o reconocido, miedo a fallar, miedo a ser transformado, son emociones que nacen en nombre del afecto pero son su tumba; porque no hacen de la interacción un encuentro amoroso que posibilite leer – reconocer en cada ser humano, un alguien con el cual ser solidario; e impiden a su vez que nos lean en libertad, logrando el verdadero descubrimiento.

La lectura no es una acción, es una actitud. La lectura es una manera de estar y de actuar en el mundo. Leer es un verbo que encierra tantos verbos como seamos capaces de vivenciar simultáneamente: traducir, interpretar, sentir, significar, crear, buscar, descubrir, crecer, alimentar, responder, preguntar, reflexionar, llorar, reír, admirar, rechazar, viajar, volar, aterrizar…

Leer es un gesto, un guiño a la vida. Leer es aceptar como posible la incertidumbre. El buen lector es quien lee de manera permanente lo que lo rodea, no quien toma un libro unas horas al día o la semana. Ahora bien, quien lee el lenguaje escrito, ejercita su capacidad lectora del mundo y quien es un lector del mundo, es un maravilloso receptor de la palabra escrita.

Buenos pensadores y “sentidores” nos reconcilian con la lectura como un arte. Un arte que implica activar la razón y las emociones; un arte que requiere que mientras desciframos la palabra escrita vamos reescribiendo nuevos paradigmas y nuevos sentidos que nos transforman y transforman la vida.

Hemos afirmado en muchos momentos, en muchos lugares, que la lectura es placer. ¡Y sí que lo es! Sea literaria, técnica, informativa o meditativa. Porque la buena lectura nos articula con otro u otros desde la piel de la vida, desde el corazón de la mente, desde aquellos imaginarios que parten del laberinto de los recuerdos. Leer es permitir que la vida se inserte íntimamente en nosotros y nos haga cómplices de su latir. Y esa intimidad - que puede ser una intimidad con un autor, con un personaje literario, con una circunstancia narrada o vivida, con un colectivo, con el cosmos o con nuestro propio yo -, es profundamente reconfortante y placentera, porque nos conecta no solo a la parte esencial de nosotros mismos, sino también a otras voces, a otros mundos.

Aprendemos de la diferencia, lo que es igual, al ya habernos sido entregado, no nos motiva al reto. La lectura es una actitud de conocer al otro, de aprender o desaprender con él. La lectura nos confronta con distintas vidas que nos interpelan desde los libros, y cuestiona - sin necesidad de que el autor se proponga enseñarnos nada, ni que de la lectura se desprenda alguna moraleja - conceptos que creíamos inamovibles.

A veces, y creo que todos lo hacemos, exploramos textos escritos porque necesitamos reconfirmar o negar creencias, buscando sencillamente que alguien haya escrito por nosotros lo que ya sabíamos pero no habíamos podido expresar. Otras veces logramos leer más livianos, dispuestos a liberarnos de toda verdad, alertas a construir nuevo pensamiento y sentimiento, dispuestos a permitirnos el cambio; eso se parece más a la naturaleza humana que está en permanente evolución. Una persona, una circunstancia o un escrito son todos textos vivos, que aportan más cuando los leemos desde una posición vigilante pero desprevenida; cuando nos relacionamos con ellos desde la observación activa; cuando tenemos al mismo tiempo la fortaleza para recibir y la entereza para no hacerlo, la generosidad para dar y el tesón para que nada nos sea arrebatado. ¿No podría ser esta una buena forma de amar?

El amor, no las máscaras del amor, construye formas relacionales donde las dos partes son activas, genuinas y por lo tanto actúan desde la libertad y la búsqueda. ¿Conoce alguno otra forma más placentera y más beneficiosa de entablar una relación, quiero decir, de leer?

En ocasiones reducimos el significado de leer a leer textos escritos, pero la lectura primera, la que el ser humano hace desde que nace y que no deja de hacer hasta que muere, es la lectura del mundo. Pablo Freire y Luis Bernardo Peña insisten en recordarnos de bella manera, que si a un ser humano se le permite y estimula su capacidad lectora del mundo éste será un buen lector de textos y viceversa; porque para quienes viven como lectores, las personas, las circunstancias, ellos mismos y las obras escritas, son textos autónomos con los que se entabla, no una relación pasiva que posibilita ser dominado, ni una relación tiránica donde intentamos dominar, sino un diálogo de saberes, una correspondencia circular de colaboración.

¡Me encanta el poder de transformadores que Paolo Freire nos anuncia si somos capaces de convertirnos en verdaderos lectores! El dice: “Podemos ir más lejos y decir que la lectura de la palabra no es sólo precedida por la lectura del mundo sino por cierta forma de “escribir” o de “rescribirlo”, es decir de transformarlo a través de nuestra práctica consciente”. ¡Qué alentador!, en un mundo abatido por la violencia, humillado por las condiciones de pobreza, ensombrecido por la destrucción ecológica, paralizado por el escepticismo y agobiado porque aún no descubrimos las verdaderas formas del amor; en este mundo lleno de miedos hay una esperanza!

Si somos capaces de convertirnos en auténticos lectores-escritores, podremos re-inventarnos el mundo. Pero esta función depende de nosotros mismos, porque para el soñador un texto es un instrumento para soñar; para el racionalista una herramienta para llenarse de razones; para el temeroso un cajón de miedos; para el destructor ácido corrosivo; para el cultivador semilla y fruto; para el que se siente seguro un baúl de afirmaciones; y así sucesivamente, todo puede pasar, aun refiriéndonos al mismo texto.

La lectura, como cualquier arte, puede utilizarse para el cumplimiento de múltiples y diversos deseos. Si no ha logrado cambiar el mundo y quiere presentar una queja por ello, puede dirigirse al departamento de quejas, que está ubicado en su propio corazón; al entrar, hágalo en silencio y no se detenga hasta llegar bien al fondo.

La lectura y la escritura entendidas desde su capacidad modificadora, no son un fin sino un medio, no se fomenta el cincel y el martillo para que haya escultores. Fomentemos entonces la curiosidad incansable, la aspiración profunda de transformar el mundo, las ganas irresistibles de amar, el deseo de construir pensamiento, el ímpetu de crear, el talento para decidir, la fuerza para avanzar, la serenidad para detenerse, las ganas de vivir, que por supuesto incluyen las ganas de morir, y entonces sí, tendremos lectores incurables.

El fomento de la lectura y la escritura es un llamado al reconocimiento de todos y cada uno de los miembros de una comunidad, como sujetos de deberes y derechos, con capacidad de intervenir en las decisiones que afectan el colectivo, como ciudadanos no ya de una urbe sino de una sociedad.

Cuando desde la escuela se enseña a leer solamente para decodificar caracteres y no para producir sentidos, estamos ejerciendo una ideología que no cree en la capacidad de la infancia para ejercer ciudadanía. Una ideología que sigue planteando que la niña, el niño, debe leer porque es el adulto del mañana. Los niños y las niñas no son el futuro, son el presente; mañana ya no serán niñas y niños. Hay que darles la oportunidad de construir pensamiento, de tomar decisiones, no podemos seguir considerándolos un tazón vacío, ellos por el contrario, son fuente de la que brota creatividad y sabiduría.

Me voy a permitir ilustrar este planteamiento con una historia real que sucedió no hace mucho en un prestigioso centro educativo, de una prestigiosa ciudad, de un prestigioso país, con unos prestigiosos maestros y un desprestigiado niño de 8 años a quien le pidieron en un examen escolar de religión que dibujara a Dios. Asunto ya bastante complejo, pero no para su profesor de religión, para quien era obvio que cuando se da la orden de: “Pinte a Dios”, se dibuja un triángulo equilátero con un ojo en el medio. Pero el niño de esta historia dibujó una piedra, por lo que recibió un contundente cero en religión. A lo que el niño se atrevió a protestar y explicó que el profesor de ciencias le había enseñado que los minerales ni nacen, ni crecen, ni se reproducen, ni mueren y que eso mismo le había dicho el cura sobre Dios; razón por la cual recibió otro contundente cero en ciencias por no entender la diferencia entre los minerales y un Dios único y verdadero. A lo que este ingenioso alumno argumentó que, aún así, en la preparación a la primera comunión le habían enseñado que Dios estaba en todas partes, y si esto era verdad, entonces estaba también en las piedras. Razón por la cual le fue adjudicado otro cero, esta vez en conducta, por faltarle el respeto a los mayores, es decir por respondón. Nuestro querido niño se ganó tres majestuosos ceros acusado de no entender nada, cuando lo que había hecho era conectar datos que había recibido, construir una nueva información y entretejer pensamiento. Es decir, fue castigado por ser un buen lector, ser un lector activo y permitirse relacionar el mundo.
Para llevar a cabo acciones que enseñen a superar actitudes pasivas frente al texto, el CERLALC, a través de la Subdirección de Lectura y Escritura, ha realizado un estudio sobre políticas públicas de lectura en Iberoamérica, en el cual se han consultado 163 fuentes y se cuenta con información de 114 programas, registrados por 19 países, de los cuales 8 tienen planes o campañas nacionales de lectura vigentes. Esta investigación, de carácter exploratorio, arroja que en la mayoría de programas, los conceptos que los fundamentan, están directamente relacionados con los conceptos de ciudadanía y democracia e indican perspectivas sociales y económicas significativas en la promoción de la lectura.

Lo anterior demuestra que hay cimientos sólidos para el diálogo sobre la implementación de políticas públicas de lectura, entendiendo la política pública como las “estrategias y líneas de acción determinadas por el interés común, que buscan guiar, articular y promover, a través de la concertación, las acciones desarrolladas por diversos actores: el estado, las empresas privadas y las organizaciones civiles, en determinados campos de la vida social”. Igualmente consideramos que contamos con las bases para el desarrollo de un Plan Iberoamericano de Lectura, compromiso que el CERLALC y la OEI (Organización de Estados Iberoamericanos), asumimos con los Ministros de Cultura en la reunión de Santo Domingo en el 2002 y que proyecta su lanzamiento para el 2005. Para el diseño de este Plan, el estudio exploratorio realizado por el CERLALC es una herramienta significativa; según resultados de esta investigación la implementación de mecanismos de evaluación para tener un conocimiento preciso del impacto de los programas emprendidos se hace prioritaria, así como la necesidad de que el tema de la lectura sea debatido por la sociedad en su conjunto.

Ahora permítanme tocar un tema que ha sido bastante álgido y que está a la orden del día: La lectura en pantalla. Porque si bien es cierto que los resultados de éste acercamiento a 114 programas son alentadores en muchos sentidos, llama la atención la ausencia de planteamientos para los nuevos lectores y para los nuevos soportes de la palabra escrita. Sabemos que en América Latina la pantalla no es aún de uso masivo, por razones atribuibles a problemas de acceso (económico y técnico) y a fenómenos culturales o de costumbres. Sin embargo, aunque significativamente el libro impreso tiene una mayor cobertura, tampoco es de uso masivo, quizás por las mismas razones de acceso y de costumbre por las cuales no se ha masificado el computador. Hace más de 400 años que entró a América el primer texto escrito con estrategias clarísimas de distribución regional y éste fue la Biblia. Para los pobladores oriundos de América fue un choque cultural. No sólo porque el pergamino llegó con un dios torturado, sangrante y crucificado que reemplazaba los dioses radiantes del sol y la luna, sino por la sorpresa, que de forma tan bella expresa el sabio inca Waila Wisa cuando intenta descifrar ese texto escrito, y que ya he citado en otras oportunidades:

¿Qué chala blanca es ésta? Vista de este costado es un hervidero de hormigas, la miro de este otro costado y se me antojan huellas de miles de patas de pájaros marcadas en el lodo de las orillas de un pantanoso río. Vista ahora así parecen venados boca abajo y con las patas arriba, y si sólo lo miramos de esta suerte, parecen miles de gaviotas volando.

Los cambios tecnológicos no son nuevos, ni los que hoy vivimos serán los últimos y, mucho menos, acabarán con los lectores, porque leer es un acto entrañable del ser humano, íntimamente ligado a su naturaleza, y lo realiza aún antes de que existieran los libros.

Luis Bernardo Peña, quizás para tranquilizarnos, quizás para mortificarnos, retira de la mesa una discusión que parece agradarnos mucho; nos quita la rivalidad entre lectores de pantalla y lectores de libros impresos en papel cuando nos recuerda que: “Las encuestas muestran que muchos de los lectores de pantalla son lectores de libros y viceversa”. Además agrega: “Con el computador la cantidad de textos escritos ha aumentado, hoy en día se publica más aunque de otra manera.” Entonces, es lógico pensar que si hay más que leer y más formas de hacerlo, es bastante probable que haya más gente leyendo.

Por lo tanto hablaré de la lectura en pantalla como lectura en todo el sentido y todos los sentidos, y no como una lectura de dudosa reputación. Se lee en pantalla y cada vez más, por ende, deben estudiarse sus características e implicaciones. Su promoción y cualificación, deben ser considerados en los programas de fomento a la lectura, en la formación de lectores y, por consiguiente, en las formulaciones de las políticas públicas de lectura.

¿Cómo enfrentarnos a este tema? Millán dice en su libro “La lectura y la sociedad del conocimiento”: “Es difícil no sentir vértigo: a una sociedad en crecimiento constante y que genera ingentes cantidades de documentos, se une la recuperación de gran parte del acervo producido en épocas anteriores, y a todo ello se suman las herramientas para organizarlo y ordenarlo. Todo pasa a formato digital; todo acaba formando parte de la Web: todo esta al alcance de la mano.

Unas como informaciones abiertas, otras de acceso restringido. Pero la masa total es ingente: medio billón de páginas de información... al otro lado de la pantalla....¿Qué experimentamos, felicidad o vértigo?” . Los textos digitales no son una bondad ni una amenaza, nuestro asunto no son las nuevas tecnologías, nuestro asunto son las personas, pues una vez más, la incidencia de los textos escritos en las transformaciones del mundo, depende de lo que el lector haga o no haga con ellos.

Las transformaciones en las formas de leer, no sólo han sido ocasionadas por la tecnología digital, sino por profundos cambios culturales y sociales, como la inclusión de la mujer como lectora de textos escritos que le entregó a la lectura la intuición y el permiso para que los planteamientos más racionales se untaran de la magia de las emociones. ¡Y que decir de la inclusión de los niños/as como lectores/as! Cuánto de libertad y de ensueño le han entregado a la lectura.
La educación no ha estado ajena a estas transformaciones, se ha enriquecido con grupos sociales diversos. Los cambios no se han dado a la velocidad que quisiéramos, pero se están dando, y las nuevas tecnologías aportan a la democratización del conocimiento y a la cualificación de la educación. La ayuda audiovisual y la posibilidad de otras lecturas, no lineales, son un aporte a la educación, más que un obstáculo.

Voy ahora a hablar de hipertexto porque ese vocablo pleno de sentido, me llena de entusiasmo. El hipertexto se parece a la forma que los humanos tenemos de vivir, una forma que no es lineal, sino un entretejido de cadenas que se inician, se cruzan, se rompen y se reinician tomando formas distintas, volviéndose a entretejer. Los recuerdos, los imaginarios, las razones y sin razones, navegan por nuestra mente de manera análoga al navegante de la red cuando ejerce su cualidad de lector de hipertexto. Para entablar un código común al respecto, invito a que acojamos las definiciones de hipertexto formuladas en 1960 por Th.Nelson, cuando dice: “Con hipertexto me refiero a una escritura no secuencial, a un texto que se bifurca, que permite que el lector elija y que sea mejor en una pantalla interactiva. De acuerdo con la noción popular, se trata de una serie de bloques de texto conectados entre si por nexos, que forman diferentes itinerarios para el usuario”. Y las pertinentes teorías de Peña al respecto: “El paradigma del hipertexto es la red. Una estructura reticular no tiene principio ni final, no hay arriba ni abajo, no hay ideas más o menos importantes… En la conversación nos movemos de un tema a otro sin más lógica que la conexión que una determinada palabra, nuestra o del interlocutor, suscita en la estructura mental…”

Como vemos el hipertexto da la oportunidad al lector de ser más libre, más creativo. Las letras son las alas de las palabras, que les permiten anidar en el papel o en la pantalla y volar por todos los tiempos y geografías. Lejos de desconocer al navegador como un lector, estamos viendo que es un lector que requiere estar preparado, tener criterio, ampliar su capacidad de decisiones y de interpretación.

La lectura, en cualquiera de sus soportes, puede ser un instrumento de libertad. Pero la libertad no es hacer lo que se nos antoja cuando se nos antoja, eso es egoísmo. La libertad tiene sus cimientos: el primero es tener opciones para elegir; el segundo es tener insumos y herramientas para hacerlo adecuadamente. No es libre un ave porque vuela, un pájaro si no vuela se muere, no tiene opción. La libertad se aprende, se aprende a elegir y sin lugar a dudas, la lectura es un buen maestro.

Para dar instrumentos que enseñen y lleven a la conquista de la libertad, aún en situaciones muy arduas, El CERLALC viene desarrollando en Colombia un trabajo con niñas y niños desvinculados del conflicto armado. Algunos de ellos han caído heridos en combate, otros han sido capturados y otros se han entregado voluntariamente, pero todos están bajo la protección del Estado en la etapa inicial de reincorporación a la vida civil. ¿Qué hace el CERLALC, un organismo internacional dedicado al fomento del libro y la lectura trabajando con desvinculados de un conflicto armado? Justamente ayudarlos a leerse y leer su memoria individual y colectiva, a leer sus imaginarios y a escribir su presente. Ayudarlos a ser libres, a tomar decisiones propias que no agredan la legitimidad del otro, a construir formas relacionales desde el amor a sí mismos y a los otros, es decir desde la lectura. Los libros han sido el barco y el puerto de este proceso que lleva como nombre: Escojo la Palabra. Cuando iniciamos este programa una de las cosas que más nos impactó fue que estas niñas y niños que habían matado o visto matar, torturado o visto torturar, que habían sobrevivido a la guerra, el hambre y al maltrato no sabían decidir aspectos tan elementales como la hora de levantarse o el tipo de refrigerio que querían tomar. Habían crecido en una estructura donde se aprende a obedecer, no a pensar. ¡Había que invitarlos a hacerse lectores! El impacto de la lectura en ellos fue recogido por sicólogos periodistas y trabajadores sociales, pero fundamentalmente por ellos mismos. La lectura los ayudó a valorarse, a encontrar otras opciones, a mirar de manera diferente la vida.
Empecé esta reflexión diciendo que las personas y las sociedades nos enfermamos cuando rehusamos relacionarnos desde el amor que legitima al otro en convivencia con uno, es decir: las personas y las sociedades nos enfermamos, cuando nos rehusamos a ejercer el derecho fundamental de LEER.

Adelaida NietoDirectora CERLALCPonencia para el Congreso “Lectura 2003: Para leer el XXI” realizado en La Habana, Cuba del 28 de octubre al 1ro. de noviembre de 2003

ANONIMO. La Tragedia del Fin De Atahualpa: Traducción y adaptación de GARCIA, Santiago en Corre, Corre Carigueta. Bogotá: Teatro la Candelaria, 1987.